A nuestro equipo de la materia de Cine, Literatura y Cultura le tocó
ir a la “Plaza de los Mariachis”; cuando sí había ido para esos rumbos alguna
vez (San Juan de Dios), no levanté la mirada para ver a mi alrededor y solo
hice lo que tenía que hacer. Por otro lado, esta vez se trató sobre la experiencia de estar en un
lugar o ambiente al que no estamos acostumbrados los estudiantes del Tec de
Monterrey. Y así lo sentimos, por lo menos los que llegamos juntos que fuimos
Martha, mi roomie y una amiga de Martha, nos sentíamos muy fuera de lugar al no
estar acostumbrados a los tipos de gentes con los que nos encontramos.
Llegamos a estacionarnos bajo la “Plaza Tapatía” y de ahí caminamos
a la Plaza de los Mariachis. Yo en mi cabeza iba viendo a las personas que
estaban al alcance de mi visión y me pensaba para mi, que habría pasado en su
vida para que llegaran a ese punto en el que estaban, y eran personas con
peinados increíblemente raros, hombres intentando (intentando es la palabra)
parecer mujeres, viejos gordos sin camisa con la panza de fuera y aún más
variedad. Algo que nunca se nos va a olvidar es que cuando íbamos camino a la
plaza, notamos que había un camino mas corto bajando unas escaleras un poco
escondidas, y al asomarnos, vimos a 3 tipos casi esperándonos para ver que es
lo que teníamos con nosotros; claro que lo mas probable es que esa no era su
intención y que a lo mejor tenían una razón valida para estar ahí, pero en el
momento en el que los vimos muy indiscretamente nos dimos la vuelta y buscamos
otro camino para llegar a nuestro destino, después esto nos causó mucha gracia.
Procedimos a llegar a la plaza y empezara buscar a los demás que
iban en nuestro equipo. Primero al no encontrarlos le dimos un vistazo a la
plaza y vimos que no era muy grande como algunos de nosotros hubiéramos pensado. En la plaza había varios “restaurantes” los
cuales tenían bastantes empleados tratando de traer gente a sus, respectivos
restaurantes vaya. Por lo menos yo me sentí muy hostigado ya que no dejaban de
decirnos sus menús completos y que era mejor ese lugar que cualquier otro, pero
esto nos lo decían empleados de todos los lugares al mismo tiempo. A decir
verdad yo hubiera llegado y en donde se me hubiera hecho mas a gusto me hubiera
sentado, pero al sentirme que estaban tan encima de mi no me dieron ganas de
sentarme en ningún lugar.
Luego encontramos a más integrantes del equipo y nos sentamos en
medio de la plaza a tomarnos una cerveza. Pregunté por las cervezas que tenían
y me dijeron muy poquitas y le pregunté
al mesero que si tenía Pacífico, me respondió con acento extraño que iría a
verificarlo. Cuando volvió me dijo que sí tenían La Pacífica, o Pacific (sus
palabras), y me preguntó que si estaba seguro que quería esa cerveza. Dije que
me trajera una Corona mejor; todo el equipo se rio. Los demás integrantes
pidieron sus respectivas cervezas y micheladas y fue cuando todos se dieron
cuenta del acento del mesero. Al preguntarle que si de dónde era su acento y
nos respondió que él era de Guatemala y se había criado en Los Ángeles, fue por
mucho lo más interesante de la experiencia en la plaza de los mariachis. Ya
estando sentados, varios mariachis se nos acercaron a ver si queríamos alguna
canción, pero por lo menos yo, que no soy de mariachis ni ese tipo de música,
no pedí ninguna canción. Terminamos nuestras bebidas, pagamos la cuenta que se
me hizo bastante cara, no sé si por algún prejuicio de que en esa área de la
ciudad todo era robado y barato, o porque sentí que en los lugares de alrededor
pude haber obtenido lo mismo por menos.
De ahí nos despedimos de los que iban en otros carros, regresamos al
nuestro, pagamos el estacionamiento que estaba más caro que el de andares y
partimos cada quien a sus casas. Al final fue una experiencia relativamente
interesante y pude borrar algunos prejuicios y confirmar otros.
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